miércoles, 21 de diciembre de 2016

Carlos Marcos: “Me gusta suponer que la imaginación sustenta al mundo”





El escritor Carlos Marcos publicó el libro de mixtorietas Inmaculadas, las novelas Recuerdos parásitos y Muerde Muertos, ésta última en coautoría con su hermano José María Marcos, y el libro de cuentos Tu madre… Además, es bibliotecario, archivista y junto a su hermano están al frente de la editorial Muerde Muertos. El autor habló parte de sus publicaciones y anticipó los libros que lanzarán con su editorial en el 2017 entre los que se destaca la reedición del Manual Sadomasoporno de Alberto Laiseca, con nuevas ilustraciones y un diferente diseño. También, contó cómo es manejar una editorial junto a su hermano.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Tengo todos los rituales posibles, incluso todos los que no considero rituales: lo son. Subordinado a lo que esté escribiendo en ese momento puede variar entre un cigarrillo inter párrafo hasta el sacrificio de una docena de ardillas vírgenes y un enano de jardín a la francesa. Del mismo modo, ahorita mismo estoy ahondando en algunos ritos de tribus casi desconocidas o/o en peligro de extinción.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo con menos frecuencia de lo que desearía, con menos frecuencia de lo que leo, con menos frecuencia de lo que imagino, con menos frecuencia de lo que espero, con menos frecuencia de lo que vislumbro o cuento historias. Pero está bien, de otra manera desearía menos, leería menos, imaginaría y esperaría lo justo, vislumbraría y contaría poco y nada.

¿Cómo nace tu amor por la literatura?
Nace en el mismo momento del amor a la lectura, en el mismo momento de tomar conciencia del poder de las palabras y a la inevitable fascinación por los libros.

Hace unos años publicaste el libro de mixtorietas llamado Inmaculadas con la editorial Muerde Muertos en la que hablas de los diferentes tipos de mujeres, ¿cuál fue la imagen disparadora que da lugar a la escritura de ese libro? ¿Manejas la posibilidad de escribir un segundo libro de ese estilo?
Inmaculadas es un experimento pensado para graficar con palabras y con imágenes algunas de las infinitas formas de lo femenino, no de los diferentes “tipos” de mujeres, sino que es un intento de saltar un poquito más allá de la sombra que proyecta lo llamado “femenino” en el ser humano. El disparador fue un cuadro de la artista plástica Silvia Giménez, de su serie de gordas eróticas, un cuadro de 1.70 cm. alto por 1.10 cm. de ancho, donde retrata un desnudo de una obesa mórbida que no ha perdido sus encantos femeninos. Ese cuadro me acompañó, en préstamo, a lo largo de un año. Regresarlo a su dueña original produjo un vacío “monumental” que me impulsó a reflexionar y pintar mi propia “gorda erótica” que es la primera de la serie de las inmaculadas. Tengo material gráfico y pequeños textos para componer una nueva serie o un nuevo libro, pero no he encontrado cual sería realmente el aportare novedoso al primero o a la idea del primero, sería pura acumulación.

¿Cómo fue la experiencia de escribir el libro Muerde Muertos en coautoría con tu hermano José María?
Tanto en Muerde Muertos como en Recuerdo parásitos, dos novelas de la serie “Quién alimenta a quién” así como en el proyecto de la editorial y cualquiera de los proyectos compartidos con mi hermano, se juega el placer de volver a jugar juntos, la complicidad de la infancia que no se ha interrumpido a pesar de los años, el conocimiento íntimo del otro y el honor de compartir modos de ver, vivir y sentir el mundo. Una gran experiencia con cualquier ser humano potenciada por los lazos de hermandad.

¿De qué temas te nutrís para desarrollar tus historias?
De todo, increíblemente de todo, todo lo que tengo a la mano. Me gusta suponer que la imaginación sustenta al mundo, así que cualquier cosa que roce la imaginación y rompa el circuito de lo previsto es pasible de ser literalizado. La imaginación ensancha el pene... perdón, ¡el mundo! Bueno, el pene también.

¿Cómo fue la experiencia de publicar tu libro de cuentos Tu madre… a través de la Exposición de la Nueva Narrativa Rioplatense?
La experiencia de la Expo! (así llamada cariñosamente por los convocados) fue una experiencia colectiva maravillosa. La reunión de tres editoriales independientes con la voluntad de curar y editar cuarenta escritores de la narrativa actual, junto a cuarenta artistas plásticos para producir esos pequeños libros-objetos es en sí digna admiración. Como cualquier colectivo debió enfrentarse a problemas de tránsito, choques, a los avatares de la mecánica, de la física y de la química. Personalmente fue una experiencia enriquecedora y muy valiosa como todos los proyectos colectivos.
¿Cómo se dio la posibilidad de armar la Editorial Muerde Muertos junto a tu hermano José María?
Como te decía antes, en gran medida debido a la complicidad, a la confianza y a cierto espíritu juguetón que compartimos con José María. También compartimos un padre con grandes dosis de autodidactismo enloquecido que cree que todo puede hacerse, aprenderse, mejorarse, construirse, etc. con deseo, esfuerzo y trabajo. En algún despropósito paterno heredado teníamos que tomar parte.

¿Cuáles son las próximas publicaciones de la editorial?
En este momento estamos cerrando para la primera parte del año tres proyectos con los cuales enfrentaremos el 2017. La reedición del Manual Sadomasoporno de Alberto Laiseca, con nuevas ilustraciones y un diferente diseño. La traducción visual de la novela Strip-tease de Enrique Medina, mediante la colaboración de cuarenta artistas plásticos. Y una novela de Pablo Tolosa que se llamará: Que se mueran todos. Pablo es un escritor del sur argentino que publicó un cuento en nuestra antología Osario común: Summa de horror y fantasía. Ahora se le animó a la novela.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Seguimos trabajando siempre alrededor de la editorial y de la literatura. Estamos terminando el ciclo de Radio Intelectoilets 2016 que llevamos adelante con Fernando Figueras y José María Marcos y proyectando el 2017 con más Entrevistas de tocador (dos escritores dentro de un baño), con más Booktuberías (nuestros booktubers personales, Ratón y Carpincho), más entrevistas, juegos y algunas novedades también. Seguimos de ferias, de charlas, de lecturas, de presentaciones y de tapas... Muerde Muertos no se detiene, siempre existen muchas pavadas por hacer. Demasiadas, a veces.

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María Victoria Vázquez: “Todo está invariablemente atravesado por el tema de la soledad”






La escritora María Victoria Vázquez publicó el libro de cuentos Frío con la editorial Textos Intrusos y estuvo hablando con Entre Vidas acerca de su literatura en la que un tema que predomina es el de la soledad. El libro tiene varios relatos destacables como Gotera, Denominación o el que le da el nombre a la publicación.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Honestamente, no tengo grandes rituales. Estos últimos tres años, en los que me dediqué a escribir ya sin aflojar, estuvieron atravesados por una separación, mudanzas varias, así que recién ahora me estoy acomodando. Si se acepta como “ritual”, lo indispensable es estar sola y con un té a mano.

¿Con qué frecuencia escribís?
Siempre que puedo. Como tengo otros trabajos no dispongo de horarios amplios para escribir, así que suelo aprovechar las madrugadas. Pero para no perder la oportunidad de alguna idea, siempre llevo conmigo un cuaderno en el que anoto las imágenes, frases o a veces el comienzo y la estructura de una historia que me parece que puede terminar siendo cuento.

¿Por qué tu libro de cuentos se llama Frío?
Frío es el título del microcuento que está en la contratapa. Es una historia muy corta pero muy densa, que una vez que visualicé no me dejó otra alternativa que ser escrita, tenerla encima era como una tortura. Dudé acerca de publicarla, porque surgió de un dolor profundo, pero ahora veo que fue la mejor decisión, está ahí, escrita, impresa, y eso la despegó de mí a un nivel muy saludable, creo. Y es Frío por el cuerpo de esa madre muerta por voluntad propia, a pesar de dejar solo al hijo. Es Frío por el vacío.

¿Cómo nació la historia del cuento Gotera en la que una gotera parece ser la única compañía de una señora?
Surgió de una consigna de taller. Había que escribir algo en base a una onomatopeya. Pensé en otros sonidos antes del plic, hasta que lo encontré. Y la historia salió sola a partir de ahí, como una suerte de asociación libre. Es curioso, pero si bien el cuento cierra como está, y nadie me dice otra cosa, yo le veo una vuelta de rosca más, pero que no escribí porque le robaba efecto. Sin embargo la historia de esa mujer no se termina ahí.

En el cuento Denominación te metés con el tema de la sexualidad. ¿Cuál fue la imagen disparadora que dio lugar a la historia?
Considero que el nombre de una persona es algo muy fuerte. Que marca, atraviesa, define. Es una carga pesada en algunos casos, como en las personas que se llaman igual que sus padres. Por eso siempre me llamó la atención que la gente usara de modo tan fresco nombres con connotaciones negativas, trágicas a veces, como Mártires, Dolores, o el que uso en el cuento, Soledad. Creo que está dicho ahí en voz del personaje, pero realmente no entiendo que un padre pueda darle ese nombre a su hija. El juego con la sexualidad fue como exacerbar esa consecuencia del nombre en la persona: no solo se va a rebelar contra el sentido como palabra sino contra todo, absolutamente todo lo que dice ese nombre. Y esa ambigüedad de la sexualidad está acá y en “Vecinos” también, donde el narrador/protagonista no tiene marca de género y puede ser tanto un hombre como una mujer quien habla.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
En cuanto a los lectores, sin dudas, “Gotera” tiene algún tipo de efecto particular. Todos lo mencionan primero. Y yo le tengo mucho cariño, si es que acaso se puede usar esa palabra a “Troglodita”, en parte porque es una nena quien habla, y por otro lado porque habla de las pulsiones irrefrenables, del monstruo en uno mismo, y ese es un tema que me interesa mucho. Como Jekyll y Hyde, el horror debajo de la normalidad. Pero también me gustan otros (menos mal, ¿no?). “Pacífico” me divierte, el tedio de la pareja transformado por la posibilidad del asesinato me resulta gracioso desde lo trágico. Me gusta el humor negro.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Textos Intrusos?
A pesar de que muchos renieguen contra las nuevas tecnologías, lo que ocurrió en mi caso fue que Hernán Casabella, editor responsable, me contactó por Facebook y me pidió ver algo de lo que yo estaba escribiendo. Le gustó el material, yo a la editorial la conocía porque algunas escritoras habían publicado allí, y me propuso hacer el libro. Hernán me contactó con Marcelo Rubio, que además de hacer el prólogo trabajó conmigo los textos. Algunos estaban más “cerrados”, pero su aporte en otros fue muy valioso.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Un tema que me ronda y que es bastante obvio en lo que escribo y ninguna novedad para la humanidad, es la soledad. Y después preguntas que me van surgiendo con respecto a situaciones, como el médico con complejo de Dios, las pulsiones. Tengo una formación familiar-escolar católica y también me hago preguntas con respecto a eso que se nos impone como absoluto: una forma de entender al mundo con una moralidad desde mi punto de vista errónea. Pero todo está invariablemente atravesado por el tema de la soledad. Creo que escriba sobre lo que escriba, aparece de forma más o menos evidente, pero ahí está.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy trabajando cuentos que aspiran a formar otro libro, y paralelo a eso estoy trabajando una antología de cuentos de otros escritores.


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domingo, 11 de diciembre de 2016

Ricardo González Aguirre: “Mucho de los cuentos están atravesados por una especie de crueldad”





El escritor Ricardo González Aguirre publicó el libro de cuentos Vida de club con Ediciones La Parte Maldita, en el que cada relato se sitúa en un club, ya sea deportivo o nocturno. El autor pasó su infancia en las instalaciones de Ferrocarril Oeste y hablando con Entre vidas señaló que un club es como un pueblo chico, un infierno grande inspirador y cautivante.



¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
No tengo ninguno predeterminado, ni horarios, ni un lugar favorito, prefiero la mañana, pero la noche también es buena compañera.

¿Con qué frecuencia escribís?
En general todos los días un poco. A veces dos líneas, y a veces me parece increíble como pasa el tiempo entre que me siento y cuando veo que ya es hora de dejar.

¿Cómo fue tu experiencia en el taller de Liliana Heker?
Reveladora. Liliana me enseñó a amar la literatura. A luchar para que un texto sea digno de ser leído por otros. Es muy generosa, rigurosa y amorosa.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro Vida de club?
La Parte Maldita estaba buscando editar un libro de cuentos temático. Y así fuimos seleccionando los que finalmente armaron el libro. Ahí me dí cuenta que muchos de mis cuentos estaban atravesados por personajes que habían vivido una vida de club. El escenario es parecido pero no siempre es el mismo, ya que hay presonajes de todo tipo de clubes, incluso nocturnos.

¿Cuál fue la imagen disparadora del cuento Bandera en alto en la que un juez de línea hace todo lo posible para que un jugador que conoce de la infancia no ascienda de categoría?
Quería escribir un cuento de fútbol desde un lugar que no estuviera tan contado, hay muchos cuentos de fútbol maravillosos escritos por grandes escritores argentinos empezando por Fontanarrosa. El juez de línea debe ser unos de los personajes más odiados dentro del deporte. Escribir desde ese lugar tan cuestionado significaba un desafío muy grande y disfruté mucho haciéndolo. Es uno de los cuentos que salió muy rápido, lo tuve en la cabeza antes de sentarme a escribirlo.

La contratapa del libro fue escrita por la prestigiosa escritora Claudia Piñeiro. ¿Cómo fue tu llegada a ella? ¿Qué te dijo tras leer  los cuentos?
Soy amigo de Claudia desde que era contadora. Hice un año de taller con ella y si bien es reconocida por sus novelas, Claudia es una gran cuentista. Muy generosa y con un ojo clínico para los detalles.
En varios de los cuentos del libro aparecen la sed de revancha y la traición. ¿Fue algo buscado?
Mucho de los cuentos están atravesados por una especie de crueldad, la crueldad es una fuente de inspiración muy generosa, Heker y Castillo hasta la pusieron como título de sus libros de cuentos; Cuentos crueles, La crueldad de la vida, algunas veces se presenta como una revancha, otras como una obsesión y otras como una traición.

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
El de los lectores, creo que es Caddy, recibí muy buenas críticas de este, que es el último cuento del libro. No sé si tengo un favorito, de hecho cuando me ha tocado leer siempre elegí uno distinto. Te diría que “La vuelta de Arturo Rivera” que aún no leí en público es uno de los que más me gustan.

¿De qué temas te nutrís para escribir las historias?
Me gustan las fisuras. Espiar por donde no hay que mirar. Por los lugares donde todo parece ordenado y funcionando.

¿Cuál es tu vínculo con la vida en un club?
Desde chico estoy muy vinculado a los clubes. Crecí en Ferro con una banda de amigos que son los hermanos que no tuve. Fue mi segundo hogar, si no, el primero. Un club es como un pueblo chico, un infierno grande inspirador y cautivante.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Ediciones La Parte Maldita?
Tengo un gran amigo de la literatura, Mauricio Koch, excelente escritor, quién nos presentó, ya que como mencioné anteriormente la editorial estaba buscando editar un libro de cuentos temático y Mauri, sabía.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
En otro libro de cuentos que se va a llamar Familia de bien. Son cuentos en donde los personajes se repiten y se entrecruzan. Esta vez se trata de espiar, con la crueldad correspondiente,  por las fisuras que se dan en las relaciones familiares.




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viernes, 9 de diciembre de 2016

Claudia Aboaf: “La literatura argentina tropieza en cada escena, en cada paisaje con nuestros muertos durante la dictadura”




La escritora Claudia Aboaf publicó la novela El Rey del Agua con la editorial Alfaguara, segundo libro de una trilogía que se completara con El Ojo y la Flor. La primera parte se llama Pichonas y fue publicada por la editorial Notanpuan. La historia de El Rey del Agua se sitúa en el Delta de Tigre y habla acerca de la distribución desigual del agua en ese lugar. Además, toca temas como el de la dictadura. Entre vidas estuvo hablando con Aboaf acerca de las dos novelas y sus próximos proyectos.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Vista larga (nada de pantallas), detenerse en verdes o cielo para aflojar los ojos. Mate para despertar la cabeza, y un rulo del pensamiento hacia otras fuentes. Esa es mi gimnasia previa.

¿Con qué frecuencia escribís?
Creo que todos los días pero me miento. Vivo en Tigre y los días que voy a capital, uno o dos por semana no escribo. Alguno que salgo al río tampoco.

¿Cuándo empezaste a escribir tu novela Pichonas pensabas que iba a ser el primer libro de una trilogía?
No. Escribía sin saber siquiera dónde sería publicada. Mi novela anterior publicada data del 2004 y luego de largos años en la gastronomía, en la adrenalina de tomar viente decisiones por día desde contratar un bachero, armar un carta de vinos, pararme en la cocina caliente para ver la salida de los platos; recién en 2014 empezaba a organizar mi salida para dedicarme a tiempo completo a la literatura. Fue cuando comenzé a escribir El Rey del Agua que me di cuenta de que Pichonas no estaba terminada. Después de explorar “el útimo miedo posible” como dice uno de los personajes en Pichonas necesité escribir acerca del pasaje de las hermanas a sus nuevas vidas.

¿Por qué decidiste que tus dos últimas novelas tuvieran lugar en el Delta, lugar en el que vivís actualmente?
Fue profético. Al momento de escribir Pichonas, dos años antes de su publicación, repartía mi tiempo en capital y un campo en Chascomús. Salía de la ciudad hacia el sur. Pichonas transcurre mayormente en Maschwitz- Auschwitz ( nombrado asi en la novela) donde estaba el Pigeon Club que congregaba socios que gustaban de las armas y de matar palomas. Una de las hermanas se escapa de allí y termina en una casa en Tigre. Un año después me mudé a una casa en Tigre.

¿Cuál fue la imagen disparadora de tu novela El Rey del Agua?
El agua marrón con sedimentos que flotan sin disolverse. Nadar en los ríos que tienen sus propias mareas: no siguen a la luna y cada tanto, ahogan las islas. La visión de estas islas y sus calles de agua fue creando el mundo en donde transcurre El Rey del Agua: el “Territorio Líquido”. Luego fui descubriendo los signos de alerta por la falta de planificación hidráulica, tanto en la isla como en los humedales del continente.

¿Cómo fue el proceso de creación de los personajes de las hermanas?
No tengo hermanas, ni hijas mujeres. Los creé en la envidia de ese mundo femenino compartido que no conocí. Busqué emociones básicas como el miedo a las diferencias entre ellas, causantes de dolor y creencias determinantes en la relación.

¿Qué tenés de los personajes de Andrea y Juana Blanco?
¿Yo? La autora tiene todo y nada de ellas.

¿En “El Rey del Agua” tocás el tema de la distribución desigual del agua en el Tigre. ¿Qué investigación previa realizaste?
Los mapas hídricos del Delta, las leyes hidráulicas. Las civilizaciones en la antigüedad que tenían su poder basado en la gestión del agua. También la experiencia local: me frenaron piquetes formados por gente de Rincón de Milberg, cortaban la ruta 27 por falta de agua, estando a sólo mil metros del río y de las bocas de Ayssa.

¿En quién te basaste para crear el personaje de El Rey del Agua?
Los proyectos faraonicos de Sarmiento, las descripciones alucinadas de Marcos Sastre que describe el Paraná como el nuevo Nilo y compara nuestro del delta con un venerado pero muy pequeño delta en Grecia, animaban a la gente para que vinieran a invertir en este sistema de islas y ríos. Mezclado con los gobernantes actuales que vendieron los humedales a dos únicas empresas sin aplicarles ni una sola ley de preservación y dejaron a la gente sin riberas que no sean privadas. Negocios monumentales. Pero el que quiera ver uno en el Rey...lo va descubrir.

Otros temas que aparecen son el de la identidad y el de los desaparecidos. ¿Fue algo que pensaste desde el momento en que te pusiste a escribir la novela?
No fue premeditado pero creo que la literatura argentina tropieza en cada escena, en cada paisaje con nuestros muertos durante la dictadura. No evitaría el tema, aunque se escriba mil veces. Miré el río y sobrevino la imagen de los vuelos de la muerte. Se mezclan con la cenizas de Roberto Arlt que pidió que las arrojaran en el Delta.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar con la Editorial Alfaguara?
La directora de Alfaguara, Julieta Obedman, se interesó en mi escritura a partir de Pichonas y me preguntó si tenía algo más. Leyó lo que era entonces la protonovela del Rey y acordamos publicarla.

¿Qué podés adelantar del tercer libro que va a completar la trilogía?
Se llama El Ojo y la Flor y viene a refundar el vínculo entre las hermanas. Todavía está en proceso y me pregunto qué será encontrarse para ellas.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Stoner de Williams, Precoz de Ariana Harwicz, Black Out de Maria Moreno. El factor Borges de Alan Pauls recién reeditado.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy escribiendo un cuento para una nueva colección de ciencia ficción argentina. Un prólogo para la redición de Borges Buenos Aires escrito por mi abuelo Petit de Murat. Y mi próxima novela, la última parte del viaje de las hermanas. Escribir escribir escribir.

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domingo, 20 de noviembre de 2016

Luciana Reif: “Escribo sobre lo cercano, sobre lo que abre el tajo en la piel”




La poeta Luciana Reif publicó el libro Entrada en calor con la editorial El ojo del mármol y habló con Entre Vidas acerca de los temas que la movilizan a escribir. Además, analizó algunos poemas del libro y señaló que por el momento no encontró una respuesta a la frase “¿de qué nos salva el amor?" Actualmente está trabajando en unas poesías que aparecen en una próxima publicación.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
No suelo tener rituales, ni decidir conscientemente el momento previo a escribir, no preparo la escena como si se tratara de poner el mantel a la hora de cenar. Por lo general la búsqueda poética en mi caso coincide con una búsqueda al mismo tiempo existencial. Los temas que problematizo en mi día a día, las preguntas que me mueven, que me construyen y destruyen como persona, son las que terminan -a veces más directa o a veces más indirectamente - formando parte de mi escritura. Por eso para mí escribir es una forma más de vivir, un momento hermoso pero no un ritual apartado de otros actos igualmente cotidianos. Por lo general leo, charlo con amigos, vuelvo sobre la historia, trato de leer cosas que me convoquen, que despierten al pez oculto que después tarde o temprano saltará a la superficie y se convertirá en poema.

¿Con qué frecuencia escribís?
No tengo tampoco una frecuencia específica, creo que tiene más que ver con lo que late, o como bombea el corazón, a veces más deprisa, a veces más pausado. De todos modos siempre estoy escribiendo incluso cuando no escribo, siempre hay un animal dormido interrogándose, creo que el momento de la escritura es solo la punta del iceberg, lo visible para el lector. Tengo períodos donde hay una mayor canalización en la escritura, y momentos más introspectivos donde la cabeza se ejercita de formas inexplicables. No es algo que esté al alcance de mi control, por suerte.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
En mi casa siempre se respiró un aire de reflexividad importante, una tensión constante por no mantenernos solo en la superficie. La familia siempre estuvo y está presente como un núcleo de amor y de terror. Eso de algún modo genera un ambiente propicio. La familia es una hermosa caja de cristal con una bailarina danzando en el centro, podemos observar ese baile y esa música durante horas, pero esa cajita es muy frágil y tarde o temprano va a romperse. Ese es el momento en que empiezo a escribir. Agradeciendo ese amor pero al mismo tiempo caminando sobre los cristales rotos.  De todas formas en lo concreto, los primeros versos salieron un día, una tarde precisa volviendo en colectivo de la escuela primaria cuando tenía diez años. Mientras miraba por la ventana, las imágenes e ideas se empezaron a transformar en versos. ¿Porqué esa tarde, porqué esos versos, justo en ese momento? No lo sé, es algo misterioso y del orden de lo desconocido, y prefiero seguir guardando para mí ese suspenso.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Entrada en calor, poema del libro en el que hablas del chico que te gustaba del gimnasio?
Si bien es el título que le da el nombre al primer poema, me parece un título que abre sentido, que no cierra. Me parece un título disparador que habla de un comienzo, pero también de un porvenir. Ancla en este libro, como objeto material y hecho lingüístico concreto, pero al mismo tiempo me permite pensar en el horizonte. Además claro me pareció un título sugerente y sugestivo; hasta puedo decir: sexy. Me gusta que el título genere esa pequeña electricidad corporal propia de la erótica.

Uno de los mejores poemas del libro es Ausencia. ¿En qué momento lo escribiste? ¿Cuál fue la imagen disparadora?
Ese poema, si mi memoria no me falla, lo escribí en el 2011, y para ser aún más sincera no recuerdo la imagen disparadora. Pero por ese entonces, e incluso mucho más ahora, sigo insistiendo con los vínculos, y con esa pregunta por nuestra propia identidad que se pone en juego en la relación con los otros, y sobre todo la relación tan íntima que se teje entre dos personas en una cama. Me interesa el cuerpo como lugar material, sensorial, donde se van depositando y sedimentando esas vivencias. Y al mismo tiempo el poder mágico de la mente, ese poder de levitar y sobrevolar lo que nos rodea. ¿Será la carne la que nos termina empujando hacia la tierra?

Una de las frases de uno de los poemas dice ¿de qué nos salva el amor?. ¿Llegaste a alguna respuesta?
Por suerte no llegue a ninguna respuesta, la sigo buscando, siempre busco. Lo que sí creo es en el amor como algo que va mucho más allá de una pareja monogámica heterosexual, más allá del amor burgués. Es una forma cuando se corre el riesgo de ello, de desnudarnos por completo y bucear en nuestras profundidades de la mano de los otros, y los otros harán lo propio y buscarán también que los ayudemos a bucear. Entonces el amor implica siempre movimiento. Creo que si tuviera que aventurar una hipótesis diría que el amor es un arrecife de coral en el fondo del océano donde estamos juntos, rodeados por nuestros fantasmas, pero al mismo tiempo la luz entra leve como un suspiro y se refracta transfigurando los fantasmas en hadas o en seres voladores, creo que el amor logra esa comunión entre el miedo y el deseo.

En tus poemas hablas de tu infancia, de tu mamá, de tu abuela, de sexo. ¿De qué tema que te interese todavía no escribiste en ningún poema?
Me gustaría poder escribir sobre muchas cosas, pero como dice Marosa Di Giorgio un ángel pone los temas en mis manos y yo escribo. No soy muy exigente en ese sentido, escribo sobre lo cercano, sobre lo que abre el tajo en la piel. Pero eso no significa escribir solamente desde el dolor; o mejor dicho, no entiendo el tajo en la piel solo como lo que lastima, creo que las experiencias más vitalistas también logran desarmarnos. No me interesa escribir sobre lo cristalino, sobre lo dado, sino rastrear esa constante marea que impide que me quede quieta o que vea las cosas solo desde una única cara.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
El libro lo corregí con Osvaldo Bossi, y con él elegimos qué poemas quedaban adentro y cuales afuera. Lo que se busco en este caso fue no ser reiterativa, tratar de que cada poema tuviera su singularidad y su porqué en el libro. Como unas pinceladas en una pintura, nada que quitar, nada que agregar.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Esta es una pregunta difícil y seguro cada tanto tiempo cambiaría la respuesta. Hay poemas respecto a los cuales estoy segura, y siento un terreno de tranquilidad cuando me poso encima de ellos. Sé que están ahí y podrían acompañarme años. Con La Zafra me pasa muchísimo,  es un poema que un poco sale del registro intimista que tiene el libro. Habla del proceso de producción de caña de azúcar en el norte argentino y las contradicciones que viven los trabajadores. Después los poemas más intimistas creo que son mucho más permeables a mis propios momentos existenciales, aquel poema donde me pregunto ¿de qué nos salva el amor? también me gusta mucho. Hay un verso que dice “revuelvo como si buscara alguna prenda hecha a mi medida en un canasto de liquidación”; cada vez que lo leo me significa algo diferente según mi momento personal, de una u otra forma todos en algún momento de la vida experimentamos esa fragilidad, o el deseo de encontrar algo a nuestra medida y que ese algo no exista. Me parece que eso se vincula mucho también a aquel otro poema donde quiero volver a la panza de mi mamá, uno de los lugares más seguros y al mismo tiempo más ligados a la muerte o a la no existencia como diría Freud. Mis lectores también por suerte tiene gustos variados, en su momento gustaba mucho “Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo” que es un poema que reivindica por así decirlo la filiación materno familiar, en donde pienso a las mujeres de mi familia como amazonas enormes, o como caballos. También el que gusta mucho es el que le da nombre al libro “Entrada en Calor” que es un poema erótico desde el lugar de una chica que desea a un chico en el gimnasio y fantasea con eso.  De hecho una amiga después de leer ese poema me dijo que tuvo muy buen sexo con su chico, si “Entrada en calor” genera eso algo debo estar haciendo bien.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De lo cercano, ahora mientras escribo estas palabras, estoy en el jardín de la casa de mis viejos, mi vieja corta el césped, y siento que hay algo que se esconde en torno a esta escena. No quiero irme lejos por ahora con la escritura, no sueño con otras galaxias, o con países lejanos. Lo que existe, lo que me rodea, el vínculo cotidiano, el amor ¿Cuántas caras esconde? ¿Cuántas capas profundas atrapa? ¿Cómo respira esta tierra al calor de nuestros pasos? Lo cercano me parece que tiene una profundidad arrolladora.

¿Manejas la idea de escribir próximamente una novela o un libro de cuentos?
Me encantaría pero la vida me hizo inquieta, intempestiva, entonces los poemas los escribo en un rapto, la luz baja hacia mí, o una imagen llega de lo profundo y la escribo. Por ahora no logré el tiempo necesario que intuyo requiere la narrativa, una mayor consistencia, o el culo quieto en la silla con una idea que persista y que no se evapore rápidamente de las manos como pasa con mis poemas.


¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
El último libro que leí es “No develarás el misterio” de Marosa Di Giorgio, y me voló mucho la cabeza. Creo que me permitió expandir las fronteras de lo que considero realismo, y esa necesidad tan imperiosa a veces de volver al terreno de la fantasía, de lo onírico. Creo que en el día a día siempre pisamos tierra firme, y para sobrevivir es necesario hacer algo tan básico como trabajar, conseguir un techo y comida para alimentarse. Ahora bien esta lucha que es el día a día también está formada de lianas invisibles que nos permiten viajar entre las copas de los árboles. Marosa está ahí acompañando ese instante. También recomiendo mucho la obra poética de Sharon Olds. Este año Gog y Magog editó una antología suya “La materia de este mundo”  que reúne poemas de sus distintos libros. Tuve la oportunidad de escribir una reseña sobre esta antología que fue publicada en la Revista de Espacio Enjambre. Sharon Olds fue una de las primeras poetas mujeres que me abrió un mundo totalmente nuevo cuando comencé a escribir. Sobre todo por romper con determinados preconceptos que ubican a la mujer en el mundo privado, ligada a valores como la maternidad, la fidelidad, la ternura. Y en el mismo sentido de lo que digo en respuestas anteriores, creo que vivo intentando romper con esos estereotipos en el día a día, a través de lo mágico, de lo poético y de luchar contra el machismo en los actos cotidianos de la vida como no dejar que un hombre crea que es su obligación invitarme la cena. Parecen trivialidades, pero me parece importante que se evidencie que estos vínculos íntimos están atravesados por relaciones de poder. Cuando una poeta escribe sobre esto, visibiliza y permite que estos temas entren en la arena política. Como ya dijo Voloshinov todo signo es ideológico; refleja y refracta la lucha de clases y también le agregaría yo la lucha contra el patriarcado. No puedo dejar de admirar a las poetas mujeres que con una calidad estética increíble se meten de lleno en esta lucha.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con el sello editorial El ojo del mármol?
La conocí personalmente a Valeria De Vito (artífice de “El ojo del mármol”) en el 2015 en la feria del libro. A mí la editorial ya me atraía mucho por tener conocidos que habían editado ahí. Paralelo a conocer a Valeria, fui queriendo cerrar mi primer libro. Le comenté a ella que estaba en este proceso si le interesaba publicarlo, le mandé algunos poemas, y el resto bueno, ya saben la historia.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Ahora estoy corrigiendo algunos poemas para un segundo libro que saldría a fines del año próximo. Va a ser un libro con una densidad diferente, menos ligera y más espesa. Seguramente no sea un libro para hacer la digestión. Estoy trabajando con una amiga, Luisina Varona,  en un blog que vamos a lanzar a fin de este año que se va a llamar “Un hogar fuera de mí” y va a trabajar sobre la temática del amor en los tiempos posmodernos, a través de registros literarios, notas periodísticas y crónicas. Y también trabajando en la traducción de un libro de una poeta malaya, Bernice Chauly. Tuve la suerte de toparme con su libro “Onkalo” en Malasia, cuando el año pasado viaje unos meses por el sudeste asiático. No quiero adelantar tanto, pero es increíble el universalismo de determinadas temáticas, incluso en países con una cultura oriental muy diferente a la nuestra.


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domingo, 13 de noviembre de 2016

Néstor Darío Figueiras: “Si uno intentara escribir para un lector ideal, su obra sería cualquier cosa menos genuina”




El escritor Néstor Darío Figueiras publicó el libro de cuentos El cerrojo del mundo está en Butteler a través de la editorial Textos Intrusos, en el mismo uno puede encontrarse con historias que pasen por diversos géneros entre los que se encuentran la ciencia ficción y la fantasía. El autor señaló que el editor Hernán Casabella le acercó la propuesta de publicar su libro ya que antes había formado parte de una antología llamada Umbrales y crepúsculos.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Casi siempre pongo música, algo de rock progresivo, o heavy metal… O lo que sea, mientras sea algo que me guste. Últimamente repito mucho el soundtrack del animé coreano “Wonderful Days”. Me parece hermoso, muy inspirador. Muchos relatos surgen de la música que escucho. Por ejemplo, Danza-sobre-un-volcán, el protagonista de “En el museo de los Sueños Verdaderos”, debe su nombre a “Dance On A Volcano”, la canción de Genesis que abre el disco “A Trick of the Tail”. Otro “ritual” es caminar, cuando tengo el tiempo para hacerlo. Una buena caminata por la ciudad (también con música en los auriculares) me mete en algún clima particular, una atmósfera que necesito invocar para que se desarrolle la historia. Puedo tener la idea en más o menos delineada en mi mente, pero sin ese clima especial —que es único para cada historia—, es difícil que el relato se concrete. Y de ese modo, muchos cuentos quedan ligados a ciertos sitios de Buenos Aires, los cuales pueden estar presentes en la historia o no. Más de una vez tuve que volver a determinados lugares para poder empaparme de ese clima y poder terminar un relato. Me pasó con “Una nota que garpe”, publicado por Ediciones Ayarmanot en la antología “Buenos Aires Próxima”, un cuento largo donde la Facultad de Agronomía y La Paternal son algo más que el escenario. Y también con “El cerrojo del mundo está en Butteler”, cuyo verdadero protagonista es el pasaje Butteler, cerca de Parque Chacabuco.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo mucho menos de lo que quisiera. Trato de hacerlo todos los días, pero me cuesta mucho lograr esa continuidad. Y no siempre por falta de tiempo. Escribir es para mí una tarea muy ardua. Pero a la vez me resulta muy seductor. Un placer trabajoso, más que un trabajo placentero. Admiro mucho a los colegas que tienen un gran nivel de producción —“admiro” es un eufemismo para “envidio”—, y espero alguna vez alcanzar un ritmo sostenido.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro El cerrojo del mundo está en Butteler?
No fue una selección difícil. Hernán Casabella —alma mater de Textos Intrusos— me dio una mano grande para elegir los mejores relatos entre los que le mostré. En realidad es un libro bastante ecléctico, a pesar de que las temáticas de los cuentos siempre rondan en torno a la ciencia-ficción y el fantástico, o el “cuento extraño”. No hay un hilo conductor, o parece no haberlo a simple vista, aunque creo que algunos tópicos se repiten, como el uso del poder, la memoria, o la intrusión tiránica de la tecnología en los cuerpos.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
La sugerencia para el título también vino de Hernán. A pesar de que es un título largo, a él le pareció muy sonoro e idiosincrático, con mucho “gancho”, por la referencia barrial (y futbolera también, aunque el cuento nada tenga que ver con el deporte favorito de Borges). Al principio a mí no me sonaba, pero al ver lo dificultoso de encontrar un denominador común para los cuentos, tal como dije en la respuesta anterior, lo acepté. Luego, cuando Guillermo Vidal hizo la ilustración de la portada, inspirada en el relato, me convencí. Pero si me quedaba alguna duda, ésta se disipó cuando el diseñador Paulo Santonocito me mostró el concepto de la cubierta, con un cerrojo abrazando el tomo, el pasador de ese portón oxidado que apenas deja entrever el zaguán borgeano que conjuró Vidal (otra vez Borges, omnipresente en mis respuestas). En ese momento sentí que era el título correcto y el libro cobró su forma definitiva. Ahí comenzó a tener entidad para mí.

Al leer cada cuento uno se encuentra con historias repletas de ciencia ficción, fantasía y mucha imaginación. ¿De qué temas te nutriste para escribir cada relato?
Más que nutrirme de temas, me nutrí de otras obras. De la literatura que me gusta leer. Porque uno quiere escribir aquello que le gustaría leer. Yo creo eso. Por lo menos en un principio, la cosa es medio egocéntrica, medio onanista. Pienso que si uno intentara escribir para un “lector ideal”, su obra sería cualquier cosa menos genuina. Es más: como no existe un tal lector —¿qué cualidades reuniría un “lector ideal”—, es inútil proponerse semejante empresa. El primer lector que debe ser satisfecho es uno mismo. Por eso la literatura es una tarea solitaria. Escribir, por lo menos al comienzo, es casi un solipsismo. Luego, cuando la obra madura y llega a los lectores, se produce el milagro de la conexión, el puente entre los mundos. En el texto de los agradecimientos yo digo que el libro empezó a ser escrito antes de lo que cualquiera pudiera imaginar, cuando mi viejo me trajo “2001: una odisea espacial” y cuando mi vieja me regaló “Crónicas marcianas”. En otras palabras, todo lo que leí en mi vida confluye de una u otra forma en las historias de “El cerrojo del mundo está en Butteler”.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Hoy, Mi-Relato-Preferido-De-Butteler —“Butteler” es la forma abreviada que yo le doy al título de este primer libro— es un laurel que se debate entre el cuento que da nombre al libro, “En el museo de los Sueños Verdaderos”, “Bendita” y “Reunión de consorcio”. Si tengo que elegir alguno, me quedo con “En el museo…”. Muchos me han dicho que también prefieren este último. Pero otros lectores eligen “Bendita”, o “El cerrojo…”. Igual siento que desde que los puse a todos juntos en un libro, mi sentir hacia cada uno de ellos cambió. Por ejemplo, “Las transmigraciones…” (tengo un tema con los títulos largos, parece), es un cuento que me gustaba mucho; o mejor dicho, que me gusta mucho si no lo contemplo como parte del libro. No es que ahora me desagrade: fue publicado originalmente en Revista Próxima, de Laura Ponce —junto a una ilustración mía, una publicación de la cual estoy muy orgulloso—, y hace poco ha sido elegido para formar parte de una antología extranjera que pretende reunir una muestra de la mejor ciencia-ficción y narrativa especulativa de Argentina. Pero visto en el conjunto de Butteler, siento que se desluce un poco. Por otro lado, sí sé con seguridad que el que menos me gusta es “La libertad anhelada”, porque me da la sensación que la idea requería más trabajo. En fin… Tal vez un libro de cuentos sea una especie de fórmula química. O, mejor aún, una receta de cocina, en la que el sabor de los ingredientes cambia al componer algo más grande.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Textos Intrusos?
Hernán me mandó un inbox diciendo que estaba interesado en publicarme, así, sin muchas vueltas. Obviamente, fue una gran sorpresa para mí. En verdad, él había quedado muy contento con mis constantes posteos en Facebook para difundir una antología anterior de Textos Intrusos, en la que participé junto a otros escritores, algunos de los cuáles son grandes amigos, como Esteban Moscarda y Verónica Vázquez. Este libro se llama “Umbrales y crepúsculos”.

¿A que le atribuís que una gran cantidad de escritores estén publicando libros de literatura infantil o juvenil? ¿Está en tus planes volcarte a ese género?
Creo que no es novedad que el sector más consumidor de la población es el de los pibes, aún para la industria cultural. Por eso las editoriales están ávidas de este tipo de literatura, lo que hace que más escritores opten por probar suerte con el género. Pero más allá de la cuestión marketinera, creo que hay quienes se dedican a esa literatura en vista de la oportunidad —haciéndolo bien, claro, no se trata de una crítica— mientras otros tienen un genuino y natural talento para hacerlo. No creo que sea para cualquiera. Yo recuerdo que, estando en sexto grado, los libros del franco-belga Philippe Ebly me volaron el marote (especialmente los de la serie “Conquistadores de lo imposible”). No podía dejar de leerlos. Si alguna vez probara suerte en esto de la literatura infanto-juvenil, la verdad, me gustaría crear algo parecido a lo que él hizo. O tener una idea revolucionaria como Edward Packard con “Elige tu propia aventura”. (¡Qué buen concepto! No me cansaba de leer una y otra vez esos libros, tratando de alcanzar todos los finales). Igual es raro cómo funciona la cabeza de los chicos hoy en día, al estar tan estimulados… Hace poco, me escribió por chat la madre de mi lector más joven, un chico de once años que se había devorado Butteler en dos días. Imaginate mi sorpresa. (Y susto también, porque hay algunos cuentos que nos son aptos para todo público… O eso creo). El pibe estaba feliz. Quería más. Tuve que recomendarle a la mamá algunos libros y autores. Sé que tengo una conexión con los chicos. Volví a comprobarlo hace unos días en un café literario celebrado en un colegio secundario al que me invitaron. Pero aún no sé si me pondré a escribir algo específicamente pensado para ellos.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
¿En el ambiente literario? No sé. La expresión “ambiente literario” me pone en guardia. Como en todos los contextos artísticos, en él suele haber pugnas que, la verdad, me parecen una boludez. Me gustaría afirmar que tengo el narcisismo bien domado, como dice un amigo mío, pero apenas lo controlo. Aún así, en el ambiente no procuro mucho más que seguir aprendiendo y haciendo buenos amigos. Todas mis pretensiones “literarias” apuntan a los lectores. Mi norte es uno, y es muy claro: cuando escribo —y luego, cuando me publican—, lo que persigo es causar en los lectores esa maravilla que me llenó el pecho cuando leía de chico, y que ahora, habiendo pasado tanta agua bajo el puente, parece tan huidiza. Que una historia mía le produzca profunda satisfacción al lector, que el mismo se sienta complacido al cerrar la tapa, deseando que el viaje que le propuse no hubiera terminado nunca… Eso es lo que ansío cuando me pongo a escribir. Si viene acompañado de reconocimientos, premios y dinero, mejor, ¿no? (Aunque ganar dinero escribiendo suena un poco ilusorio… Será porque la realidad de nuestra latitud no acompaña). El error es empezar al revés, poniendo la fama y el reconocimiento como objetivos, cuando en realidad suelen ser la consecuencia natural de una meta mayor. La vieja cuestión de qué significa “éxito” para cada uno.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Ahora estoy terminando de corregir y pulir los textos de mi segundo libro de cuentos, que se va a intitular “Capricho #43”, y que, a diferencia de Butteler, es una suerte de “monstruario” con muchas ficciones breves y microficciones (aunque va a tener algunos cuentos cortos también, como “Želva” y “El turbocronión y los carteles de siempre”), con temáticas más vinculadas al terror, al género fantástico y al New Weird. (Pero siempre destilo algo de CF…). Por otro lado, tengo que terminar un par de relatos largos, uno para la Revista Próxima, de viajes en el tiempo, y otro para una antología de New Weird (que también estará inscrito en el mismo universo que “El cerrojo del mundo está en Butteler” y “Želva”). Por último, tengo que abocarme de lleno a una novela, un proyecto largamente esperado por Ediciones Ayarmanot, antes de que Laura Ponce tome medidas drásticas, jajajaja.


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sábado, 12 de noviembre de 2016

Mirta Ovsejevich: “Quería transmitir que el amor no se busca en un lugar virtual, sino que se encuentra en la vida real”




La escritora Mirta Ovsejevich publicó su primera novela llamada Solo pido que sea presentable a través de la Editorial Ediciones Deldragón. El libro cuenta la historia de Mónica que al estar cerca de cumplir los 50 años empieza a buscar pareja por internet y a medida que va teniendo citas con diferentes y disparatados candidatos se va dando cuenta que el amor no se encuentra en un lugar virtual, tal cuál señala también la autora en la entrevista que le dio a Entre Vidas.





¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
¿Rituales? Ninguno. Solo trato de tener una idea, antes de empezar, de algún personaje o de alguna situación. Algún disparador. Algo sobre lo que ir tejiendo una trama. No creo en la escritura automática, eso de ponerme a escribir cualquier cosa y pensar que de ahí va a salir algo interesante. Si te parece llamarlo ritual, llevo siempre la famosa libretita y la birome para anotar lo que escucho y me interesa. No uso las notas de voz del celular. Me gusta escribirlo.

¿Con qué frecuencia escribís?
Soy bastante inconstante. Cuando trabajo en algún texto, estoy tan entusiasmada que necesito escribir todos los días. Si no encuentro el tiempo lo hago a la noche, tarde. Pero para empezar algo nuevo, pueden pasar días o años, depende.

¿Cómo nace la historia de tu novela Solo pido que sea presentable?
Todos los que estuvimos alguna vez en un sitio para encontrar pareja sabemos cómo son esos lugares. No sé si alguna vez alguien realmente encontró pareja. Lo que sí se encuentran a granel son personajes Fui llevando un registro, que después llevé al límite de la caricatura. Entre los míos, los de amigas y los de amigos, y algunos que inventé, tuve material de sobra para escribir la novela. Además, tenía en mente los personajes cercanos a la protagonista: hijos, padres, amigos. También tuve que trabajar su crecimiento. No podía dejarla haciendo citas hasta el final de la novela.

Al leer la novela uno no puede dejar de pensar que muchas personas deben estar en la misma situación de Mónica buscando pareja y conociendo gente todo el tiempo. ¿Tuviste alguna historia de referencia?
A esto me refería en la pregunta anterior. Conozco gente que no se desanima. Pasan los años y siguen buscando en los mismos lugares. La verdad es que lo mío fue una pequeña pasada, ya que me di cuenta de que no es mi manera de conocer gente. Pero reconozco que de vez en cuando volví a entrar para buscar nuevos personajes.

A lo largo de los treces capítulos Mónica pasa de ilusionarse con cada nueva salida hasta frustrarse por los hombres que conoce. ¿Fue algo que buscabas? ¿Realizaste previamente un análisis de cada candidato? ¿Dejaste alguno fuera de la novela?
Dejé un 95% fuera de la novela. Era tanta la cantidad de personajes, que tuve que elegir con cuidado. Había categorías: raros, aburridos, gays, etc. Y dentro de cada categoría elegí los que me parecieron más representativos. Igual quiero aclarar que si alguno de ellos leyera la novela, no se reconocería. Fui cuidadosa en modificar nombres y  situaciones. La idea era no  lastimar a nadie. También inventé algunos personajes que quería que aparecieran aunque no fueran reales.
Sí, lo de la ilusión y posterior frustración fue algo que buscaba. Quería transmitir que el amor no se busca en un lugar virtual, sino que se encuentra (o no) en la vida real.

¿La historia tiene algo de autobiográfico? ¿Qué tiene Mirta de Mónica?
Además de la búsqueda de pareja por Internet, hay algunas cosas autobiográficas. Creo que al ser una primera novela, se usan más los elementos que uno conoce por su experiencia de vida. Al principio es difícil escribir sobre lo que una no conoce. Escuché decir, no me acuerdo por qué escritor, que cuando uno ha exprimido su memoria hasta agotar todas las anécdotas de su vida, incluso la más pequeña, recién entonces se ve obligado a crear otros universos. Comparto con Mónica la afición por la lectura, algunas (pocas) preocupaciones por el paso del tiempo, la crianza de los hijos, aunque los míos tienen otras edades, y el estereotipo de los padres judíos, que en general en la tercera edad tienen esos caracteres que aparecen en la novela.

¿Se acercaron lectoras diciéndote que se sentían identificadas con el personaje de Mónica?
Sí, unas cuantas, especialmente se sentían identificadas las que buscaban pareja en sitios de Internet. También algunos lectores que, a pesar de que la protagonista es mujer, se tentaron y la leyeron. La frutillita del postre fue en un encuentro con Carlos Ulanovsky, quien recibió un ejemplar a través de la prensa, y me preguntó si me había escrito algún lector para confesarme su enamoramiento de Mónica, o sea de la creadora del personaje, que soy yo. Fue muy gracioso.

¿Cómo es tu experiencia en el taller de Ariel Bermani?
La verdad, maravillosa. En realidad yo hago taller individual. Corregimos todo el tiempo. Tenía la mente en blanco y me fue tirando de a una, cinco consignas, y ya tengo como 120 páginas de una novela. No boludea para nada. Además es muy buena persona, que no es poco.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar con la Editorial Ediciones Deldragón?
Tengo una amiga que publicó tres obras en esta Editorial y me la recomendó. Está manejada por gente muy correcta, colaboradora y cumplidora. Además está la calidad del libro como objeto, que para mí no es un detalle menor. Estoy muy satisfecha con el trabajo que hicieron.

¿Qué objetivos tenes dentro del ambiente literario?
No tengo objetivos más que crecer como lectora y como escritora. Disfruto mucho escribiendo y me hace bien anímicamente. Hay momentos difíciles, como cuando estoy empantanada y no sé para donde llevar la historia, o nada me parece interesante, pero en general es mayor el placer que el sufrimiento. No sé qué más se puede pedir.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Acabo de terminar un libro de doce cuentos, que todavía necesita corrección, y estoy terminando la primera versión de una novela. Siento que estoy en un momento muy creativo, y eso me hace bien.




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sábado, 5 de noviembre de 2016

César Sodero: “Mi idea era reconstruir el pueblo de nuevo”





El escritor César Sodero publicó el libro de cuentos Sierra Grande a través de la Editorial Alto Pogo con el fin de reconstruir el pueblo en el que nació por medio de la literatura. Afirma que el libro es una obra de ficción cien por cien. El autor estuvo hablando con Entre Vidas acerca de su flamante libro y de los proyectos en los que está trabajando entre los que se destacan una adaptación de unos cuentos para una productora española que filmaría un largometraje en ese país.








PH Mai Albamonte Pizarro

¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Doy muchas vueltas antes de sentarme a escribir. Pero creo que siempre hago más o menos lo mismo. Preparo el mate, me siento frente a la compu, pongo música, navego por internet buscando algún disparador, y después empiezo a escribir. Una vez que sé por donde voy necesito estar en silencio, entonces sí, apago la música y empiezo a escuchar lo que estoy escribiendo. Empiezo a sentir y a buscar el ritmo de las frases.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo por períodos. Hay meses que escribo mucho y otros que escribo poco. Y otros meses que no escribo nada. Ahora estoy en un período en el que estoy escribiendo muchas cosas al mismo tiempo.

¿Qué temas te sirvieron de disparadores para escribir las historias que aparecen en tu libro de cuentos Sierra Grande?
La nostalgia de hablar de una época que marcó mi vida para siempre. Y también las ganas de darle voz a historias que estaban olvidadas. Hay muy poco material sobre cómo se vivía en los años noventa en la Patagonia.

¿Por qué decidiste que todos los cuentos sucedan en la Patagonia, más precisamente en Sierra Grande?
Empecé a escribir el libro sabiendo que se tenía que llamar Sierra Grande, que es el pueblo en el que nací. Mi adolescencia la pasé ahí y tenía ganas de darle cuerpo al espítiru de esa época, a los noventa. Bastante oscuro, por cierto.  Mi idea era reconstruir el pueblo de nuevo. Partir de un punto geográfico real para proyectar el imaginario que sentía que había formado parte de aquellos años. Creo, y estoy convencido de eso, de que cada libro tiene que fundar un mito. Todo libro de ficción tiene que generar su propia mitología. Un universo propio. Porque me parece que la literatura es una herramienta genial para romper estructuras. Para poner en crisis nuestras creencias y a partir de ahí ampliar nuestra visión del mundo.

Vos naciste en Río Negro, ¿qué tiene de autobiográfico el libro?
Todo y nada. Muchos me preguntan si lo que cuento pasó de verdad. Como si existiera una realidad de la que uno pudiera dar cuenta con la literatura. Aún hoy creemos en la teoría de la verdad por correspondecia. Y estoy convencido de que eso nos lleva a una visión conservadora de la vida. No importa si lo que cuento se corresponde o no con lo que sucedió. Lo que importa es la lectura, la obra, la ficción, las sensaciones, los mundos que surgen del libro. Sierra Grande es una obra de ficción, cien por cien. Si de eso alguien puede decir que es autobiográfico no le suma ni le resta nada al libro, porque aunque yo dijera que es una autobiografía el libro sigue siendo el mismo. Una obra de ficción. Una invención. Nada más.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Solo quedó afuera una historia porque transcurría en otro tiempo, con los mismos personajes pero años después. No escribí mucho más que lo que está en el libro. Tenía clara la idea del libro y traté de no desviarme de lo que quería contar.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Mi cuento preferido es Odisea, me parece que ahí encontré un tono y un modo de abordar las historias que es el que vengo usando últimamente. A la gente le gusta mucho Los Rusos y también Enriqueta.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Alto Pogo?
Leí una nota que le hicieron a Marcos Almada, el editor, y me gustó lo que decía. Le escribí, le conté de que se trataba el libro y nos juntamos a tomar un café. Le dejé el libro y cinco meses después me llamó para decirme que lo quería editar.

¿Qué autores recomendarías leer?
De los escritores contemporáneos argentinos me gusta mucho Diego Muzzio, su libro Las esferas invisibles es uno de los mejores libros de la literatura argentina de los últimos años. Muzzio es alguien que tiene buenas historias para contar y sabe cómo contarlas. Además trabaja con temas (la muerte, siempre la muerte) que son incómodos pero necesarios. Recomiendo mucho su trabajo. De los escritores argentinos clásicos, me gustan los cuentos de Fogwill, de Haroldo Conti, de Walsh, Silvina Ocampo, Borges. Casi toda la cuentística argentina clásica me parece insuperable. Por otro lado, abriendo las fronteras, ahora estoy en un período Cormac Mac Carthy, me parece que su novela Meridiano de Sangre es una de las mejores novelas que leí en los últimos años. Otro que me inspira es Maupassant, sus cuentos son increíbles, lo mismo me pasa con William Goyen.  Son muchos, pero estos autores son los que en este momento tengo más presentes porque son los estoy leyendo.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy trabajando en la adaptación de unos cuentos míos para una productora española, es un largometraje que en principio se filmaria en España. También estoy presentando al INCAA un guión que escribí para dirigir mi primer largometraje. Y voy avanzando de a poco en un libro de cuentos que se llama Animales, y como el título lo indica, son historias donde los animales son protagonistas.


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sábado, 29 de octubre de 2016

Andrei Bourbaki: “En nuestro país la burocracia se nos viene encima a todos”





El escritor Andrei Bourbaki publicó el libro Agujero Negro a través de la Editorial Dunken. El libro está focalizado en lo tedioso que es realizar cada trámite con el que tiene que lidiar cada ciudadano. El autor despliega un abanico de ideas repletas de humor e ironía. Los lectores se van a sentir muy identificados con los temas y las situaciones que aparecen en dicha publicaciones. Entre Vidas estuvo hablando con Bourbaki acerca de su flamante libro.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Seguramente tengo rituales, pero realmente no tengo conciencia de ellos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo muy espaciadamente, y de manera que no sigo ningún patrón. Cada tanto escribo una o varias ideas a mano, o directamente en mi I Pad. Si me gustan las dejo así, otras veces las retoco, porque tengo la tendencia a repetir palabras.

¿Por qué decidiste decidiste ponerlo a tu libro el nombre Agujero Negro?
El título original era " El trámite de mierda", pero alguien me dijo que era redundante, y tenía razón, ya que todo trámite es una mierda. Entonces pensé que toda nuestra organización administrativa nacional no es otra cosa que un "agujero negro", todo lo atrae y devora, y nada puede salir de él, especialmente la luz, por eso es negro.

¿Cómo surge la idea de escribir un libro cuyo tema central sea la burocracia?
En nuestro país la burocracia se nos viene encima a todos, esta tan presente y nos molesta tanto, que es una forma de vida. He aguantado tanto, que describirla es una manera de resistir y protestar.

¿Qué estudio previo realizaste para desarrollar cada reflexión?
No estudié nada, simplemente, mire para donde mire, veo trabas y demoras, puedo dar una conferencia TED  indefinida, y puedo relatar micro capítulos Ad Infinitum. Hay material para un libro tan extenso como quiera.

¿Por qué abordaste cada tema a través del humor y la ironía?
El humor es por pura necesidad. El humor es siempre la manera más humana de ser, de relacionarnos, de llamar la atención, de manifestar la alegría de vivir. Entre nosotros es mucho más que eso, es la alternativa al suicidio.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Dunken?
Publicar en la Editorial  Dunken, fue, precisamente publicar sin tener que dar muchas explicaciones. El precio es quizás carecer de una gran distribución.

¿Con qué se va a encontrar el que lea Agujero Negro?
El que lea el libro se va a encontrar con una forma de pensar, con un sistema de ideas que permite identificar y visualizar a los que nos impiden llevar adelante nuestros asuntos creando problemas con artificios ridículos.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy elaborando una teoría que vincula una serie de números, un cactus (que ilustra y representa las ideas de Fibonacci con gran precisión); una tía anumeral (esto es, una persona incapaz de establecer relaciones numéricas y la realidad, dando lugar a situaciones cómicas y otras no tanto) y lo que la AFIP denomina BIENES REGISTRABLES. Si logro concretar esta teoría será uno de los inventos más sorprendentes de la última década.


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miércoles, 19 de octubre de 2016

Esteban Castromán: “Para mí escribir es especular”





El escritor Esteban Castromán publicó su libro La cuarta dimensión del signo con la Editorial Alto Pogo y analizó para Entre vidas su flamante novela en la que un hombre común se convierte en un asesino serial. Además, adelanto un pequeño fragmento de su novela corta llamada CASATANQUE.




PH Mailen Albamonte

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Siempre varían. Por lo tanto, tal vez no sean rituales.

¿Con qué frecuencia escribís?
Intento ponerme dos o tres noches por semana.

¿Cuál fue la imagen disparadora de tu novela La cuarta dimensión del signo?
Algunos años atrás, durante cierta tarde chiflada en una terraza de Villa Crespo, con un gran amigo fabulábamos la posibilidad de escribir una historia de venganza urbana motivada por la promesa publicitaria no cumplida de una fábrica de puertas blindadas. Así empezó todo.

En un fragmento del libro el protagonista dice que tras la muerte de su familia descubrió que su única misión en este mundo era la de asesinar a todos aquellos que tuvieron algún grado de responsabilidad. ¿Por qué decidiste convertir a un hombre común en un asesino serial?
Para mí escribir es especular. Por lo tanto, cada vez que escribo me interesa especular con las infinitas posibilidades en que lo extraordinario podría irrumpir y transformar el supuesto orden de estabilidad cotidiana. La potencia de la ficción está ahí: en su capacidad para alterar la velocidad crucero de todos los días, destrabar el piloto automático, abrir boquetes hacia nuevos mundos.

Es inevitable comparar al protagonista de la novela con Walter White de la serie Breaking Bad. ¿Ese personaje te sirvió para construir al de tu historia?
El personaje de Walter White no, porque aún no ví la serie Breaking Bad, pero sin dudas el modelo conceptual que encarna: padre de familia, clase media, cierta infelicidad latente, pulsión de muerte contenida, irrupción novedosa que eyecta su lado B. En ese sentido, tal vez haya operado un recuerdo difuso de la saga de películas El Vengador Anónimo (con el actor Charles Bronson a la cabeza) que veían en mi casa cuando era chico.

Para las personas que todavía no leyeron el libro, ¿por qué se llama La cuarta dimensión del signo?
Porque se trata de un relato que mezcla universos paralelos que rara vez se juntan: la médula rancia de la academia con el espamento alienante de los cursos de inducción empresariales, cierto tipo de melancolía violenta con el sistema piramidal de ventas. O cómo sería ir en busca del sentido mediante una experiencia en alta definición. O hacia una gramática de la carne. O detener la mirada en el segundo plano de la pornografía. En cierto modo, “La cuarta dimensión del signo” es también un homenaje al cine giallo: aquel subgénero de origen italiano, derivado del thriller y el horror, que estalló en la década del 70.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar con la Editorial Alto Pogo?
Ya había participado en proyectos anteriores de la editorial. A principios de este año me propusieron publicar una novela. Y al toque empezamos a trabajar el texto con rigor quirúrgico y placer musical.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Dos fantasías espaciales, de Sergio Bizzio, publicado por Mansalva.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En una novela corta o cuento largo titulado CASATANQUE que empieza más o menos así:

NOCHE.
Tras una cortina de agua sobre fondo negro la casa de enfrente persistía en el lugar habitual. Aunque su aspecto era difuso, como una versión de sí misma desordenada, fragmentaria y oscilante, con cierto tipo de sustancia óptica que tendía al error.
Horas más tarde, cuando dejó de llover y el cielo estaba despejado, pude ver la casatanque con bastante claridad, iluminada por la luna llena.
En su ventana lateral distinguí una anomalía que me llamó la atención.
Agudicé la precisión de mi plano: cortina naranja desplazada, alguien detrás, parecía un nene, un nene rubio con camisa.
Sí, era un nene rubio que vestía una camisa abotonada hasta arriba.
Desvié la mirada para examinar el resto de la casa y percibí un desfasaje entre lo que observaba y mi memoria: algo raro, una disparidad sutil, pero imposible de reconocer.
Pocos segundos después volví a enfocar la ventana y el nene ya no estaba.
La cortina naranja había recuperado su posición rígida habitual.

                                                                                     ***


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Janice Winkler: “Hay muchos poemas que parecen reflejos exactos de mi vida, pero que no lo son”





La poeta Janice Winkler publicó el libro de poemas “Burbuja negra” con la Editorial Modesto Rimba y estuvo hablando con Entre Vidas de sus comienzos en la escritura gracias a una maestra de sexto y séptimo grado. Además, analizó algunas poesías, recomendó autores y anticipó que está amasando un nuevo poemario.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Lo primero es lo primero: una buena taza de café con leche. Así sean las 4 am, antes de sentarme frente a la excitante página en blanco necesito, como escribí en un poema hace poco, a “la reina cafeína”. A veces pongo música. Otras, prefiero escuchar el silencio. Releo poemas que amo. Camino por el departamento o saco a pasear a mi perro y empiezo a escribir en mi cabeza lo que después voy a tipear.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo todo el tiempo. Tal vez en mi mente. Alguna idea, algún verso suelto. Ahora, con qué frecuencia escribo un poema completo…bueno, digamos que un promedio de uno por semana. Lo empiezo el sábado y lo termino en algún momento de la semana siguiente. Saco una palabra, meto otra, corto un verso en otro lado, le cambio el ritmo. Los fines de semana son ideales para largar el grueso del poema porque estoy más relajada, mi beba no depende sólo de mí.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Mi maestra de sexto y séptimo grado, conocida como “Marisabel”, ya muerta hace años. Era mala mala, estilo Tronchatoro, pero a mí me quería. Entiendo que porque yo no le demostraba miedo. No le tenía miedo. Y ella debía saber (ahora como docente no tengo duda, porque uno conoce a sus alumnos) que yo no hacía las tareas por obligación, sino porque las disfrutaba. Todos los lunes, nos asignaba un poema que para el miércoles teníamos que memorizar e ilustrar. Para mí eso era una fiesta y esperaba que el miércoles me tocara pararme y recitarlo frente a mis amigos. Después vino la adolescencia y, aunque fui una joven bastante lectora, primaron la música y el cine. Muy actual lo que voy a decir: la música me llenó de poesía (guiño). Radiohead, Elliott Smith, Soda, Bowie, Sean Lennon y su padre también, por supuesto, me dijeron por dónde, me marcaron los gustos. Y más tarde llegó el Traductorado, donde volví a esa fascinación por la literatura que se había gestado en la primaria. En la facultad me convertí en una lectora devoradora.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Burbuja negra?
Hice una lista de títulos y se la mandé a Mauro Lo Coco, el editor. Había incluido “No hay madre”, pero yo estaba por parir…; “Desde este campo amigo”, del poema Nutrias rusas, demasiado naif, poco punch y no reflejaba el espíritu global del libro. “El ego del amor” me gustaba mucho, pero ya tengo otro libro que se llama “Un sánguche de amor”, no daba ni ahí. “Burbuja negra” sale del poema “El saco gestacional” y fue el que más nos convenció a los dos, por original, porque intriga, porque habla del nacimiento —muy presente en el libro — pero le aporta el toque de oscuridad que también recorre los poemas.

Uno de los mejores poemas del libro es “Ayer visité a mi tía” en el que el final dice lo siguiente: Ella me dijo te quiero mucho y yo le perdoné una vida de ausencia. ¿En qué momento lo escribiste? ¿Cuál fue la imagen disparadora?
La verdad, me sorprendí mucho con la llegada de ese poema. Creía que iba a pasar desapercibido porque no fue otra cosa que una pequeña catarsis. Hay muchos poemas que parecen reflejos exactos de mi vida, pero que no lo son. Este sí, aunque no haya vivido esa situación, sus versos salen de mi no relación con mi tía, de su enfermedad, de su muerte y del perdón que vino con eso. De hecho, incluí en el libro el relato de su entierro.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Ítalo Calvino decía algo así como que él guardaba todo lo que escribía bajo etiquetas temáticas. Por ejemplo, tenía una caja (hoy sería una carpeta en el drive) con textos sobre animales; otra en la que agrupaba los referidos a personas, y así. Y que después iba eligiendo las piezas que combinaban entre sí para armar un libro que funcionara de igual manera que funciona una novela, con esa unidad imperceptible. Algo así traté de hacer. Los poemas de Burbuja negra son de distintas épocas y pertenecen a carpetas diferentes: 2012, 2013, 2014, 2015. Al principio ubiqué los poemas más disímiles, que están en su mundo y que, a su vez, son los más orales, los que suelo elegir para leer en público. Sin embargo, ahí aparece “Osito de hollín”, que tiene que ver con la supervivencia y, por lo tanto, con escapar a la muerte, tema que se repite. Y también está “No hay madre” en contraposición a la madre que tiene la gran responsabilidad de que su bebé “se prenda / y se me quede adentro”. Están, por otro lado, los poemas oníricos que también hablan de la muerte y el nacimiento, como “Bolas de pelo beige” y “Horrible”, y metidos por ahí, los versos fisgones que forman una sección dedicada a la curiosidad y a la figura de los vecinos.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Como te decía antes, tengo favoritos para distintas cosas. Están los que prefiero leer en voz alta y los que me gusta leer en soledad. Un ejemplo de cada: Sobre la ley de gravedad y Entrega. También tengo versos predilectos. Por ejemplo, de Literatura japonesa: “el tic tac del reloj del living es un corazón fuera del cuerpo”; de El kinesiólogo: “lo miró y le sonrió / ampliamente y en paz / como todas las calaveras”. Los lectores coinciden con vos: Ayer visité a mi tía.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Me interesan los grandes temas (muerte, familia, naturaleza), pero también los minúsculos (una vecina que sale a fumar al balcón, una araña que estuvo todo el día meditando sobre el mismo punto en la pared). El gran tema que no suele ser mi tema es el amor de pareja. Sin embargo, es importante aclarar y que después no se diga que no resisto un archivo, en el poemario que estoy escribiendo ahora, aparece.

¿Manejas la idea de escribir próximamente una novela o un libro de cuentos?
No escribo cuentos. Tengo un par nada más. Hay uno, de hecho, que también surge de mi tía y su enfermedad (increíble, pienso ahora, como una no presencia disparó tanto material). Sí, tengo listo un libro de relatos. El cuento tiene una tensión creciente que en algún momento se resuelve; siempre hay cierta intriga de lo que pasará. Creo que los relatos son como la poesía, más allá del tiempo verbal que se elija para contar, la experiencia de lectura es puro presente, no se está a la espera del desenlace. ¿Novela? Este año escribí una a dúo con la escritora Flor Canosa, y lo disfruté muchísimo. Me encanta lo que hicimos y posiblemente repitamos la experiencia. También barajo la posibilidad de retomar una novela corta que escribí hace unos años. Quizá la alargue para poder enviarla a concursos, porque me parece que está buena y recibió críticas positivas de lectores que admiro y respeto muchísimo, como —dejame que me agrande un poquito— Josefina Ludmer. Sin embargo, la mandé a una editorial y no interesó. Muy amable el editor, me comentó que no tenía que ver con su catálogo. Ah, mirá, es sobre el amor de pareja.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Siempre releo a Emily Dickinson, me conecta con la lírica que a veces se me escapa. También a Wisława Szymborska, favorita de muchos, irónica, incisiva, mordaz. Marosa Di Giorgio, con su género inventado, flotando entre la poesía y la narrativa, sensual, siempre al límite entre lo inocente y lo prohibido; rebosante de naturaleza. Clarice Lispector, Mario Levrero, te leés un cuento o un relato, y salís corriendo a escribir un poema. Poetas de aquí y ahora: Julia Enriquez, Daiana Henderson, Aixa Rava, Roberta Iannamico, Mariana Suozzo, Mariela Gouric, Ana Claudia Díaz, Paula Peyseré…

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Modesto Rimba?
Conocí la editorial a través de facebook y me enamoré de sus tapas. Amo los libros en tanto objeto, así que su diseño y cuidado editorial, como la fuente y la calidad del papel, son clave al momento de elegir qué voy a comprar cuando entro a una librería. Envié un inbox y enseguida me respondió Lo Coco, y todo fluyó hermosamente.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy amasando un poemario que, a diferencia de Burbuja negra, tiene unidad de origen. Lo vengo escribiendo desde julio y vuelco sus poemas, directamente, como cuando se escriben los capítulos de una novela. Otra diferencia es que son mucho más largos y más líricos. Aunque se note que los escribí yo, marcan una nueva etapa que me tiene entretenida y feliz.

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lunes, 10 de octubre de 2016

Marcelo Rubio: “Las historias surgieron desde la necesidad de mostrar personajes perdedores pero con cierto orgullo por esa derrota”




El escritor Marcelo Rubio acaba de publicar su libro de cuentos La Strada con la Editorial Textos Intrusos en la que todas las historias ocurren en un bar rasposo en dónde una gran cantidad de perdedores deambulan por el lugar. El autor habló con Entre Vidas, contó su procedimiento de escritura y analizó la flamante publicación que por momento hace recordar a los cuentos de Roberto Fontanarrosa.



¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Tengo varios. Para comenzar no escribo en la computadora, por lo tanto busco una lapicera que me guste (soy fanático de las lapicera), luego necesito un cuaderno que me parezca estéticamente compatible con lo que voy a escribir. Cuando pasó el texto a la computadora, aprovecho para correcciones y mejorar algunas ideas, lo hago escuchando música que pueda marcarme el ritmo de lo que escribo.

¿Con qué frecuencia escribís?
No tengo un ritmo fijo, hay veces que transcurren semanas si agarrar una lapicera, y ese tiempo lo aprovecho para leer. Es el momento en que la literatura respira y dice “bueno, al menos está distraído con otra cosa, no va a realizar otro atropello”.

¿Qué temas te sirvieron de disparadores para escribir las historias que aparecen en tu libro de cuentos La Strada?
La Strada fue escrito hace 20 años. Las historias surgieron desde la necesidad de mostrar personajes perdedores pero con cierto orgullo por esa derrota.

¿Por qué decidiste que todas las historias ocurrieran en el mismo bar?
Hace mucho años, yo tenía 22 creo, fumigaba la Fundación Antorchas , en la calle Chile. Frente a la fundación había un bar rasposo, mezcla de tanguería y tugurio. Yo salía de fumigar y veía ese bar y los hombres y mujeres que lo frecuentaban. Desde ahí creí que el lugar merecía ser el centro de una narración.

En la contratapa del libro el escritor Martín Sancia Kawamichi señala que en cada historia del libro hay una felicidad triste. ¿Coincidís con esa apreciación?
Primero: Sancia es un tremendo escritor y gran persona, de una generosidad enorme. Coincido con su apreciación, creo que los personajes que pasan por La Strada un poco representan mi forma de sentir el mundo. No se puede ser feliz del todo ante los horrores que conocemos. Quiero decir, uno nunca puede ser feliz por completo, sería una falta de respeto para el resto.

Varios de los cuentos que aparecen en el libro tienen un estilo similar al de Roberto Fontanarrosa. ¿Lo tenes como referente?
Fontanarrosa fue un grande, y ojalá que dónde esté, no es enoje por esta comparación. En verdad fue uno de mis referentes junto a otros varios como Osvaldo Soriano, Dolina, Mempo y Bukowsky, por nombrar algunos.

¿Cómo nació la historia del cuento Sobre un héroe sin tumba en la que hablas del triste final de un futbolista?
Durante mucho tiempo yo quise hacer un cuento sobre Maradona, el Diego, hice varios bosquejos, Sobre un héroe sin tumba fue uno de esos bosquejos. Es un homenaje al Diego y a todos los que se cargan un equipo al hombro. A esos tipos que se retiraron no por incapaces, sino porque el cuerpo dijo basta, pero la cabeza estaba entera.

¿Cómo fue el proceso de construcción del dueño del bar, el Ruso Petrech? ¿Te basaste en alguien?
El dueño del bar es un cascarrabias, un viejo carcaman, no le viene nada bien. No creo haberme inspirado en nadie, solo que en esos bares de malas horas por lo general los dueños no son tipos simpáticos.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Los que han leído no tienen un cuento fijo que les guste. A mí, hoy (mañana puedo decir otra cosa) me gusta El Circo, porque es absurdo, y tiene cierto aire de diversión y tristeza que me gusta.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Textos Intrusos?
Con Hernán hemos trabajado en mis últimos libros editados: Nueve relatos atravesados en la garganta, Fútbol sin tiempo, Bajo el Signo de Eva. Era natural poder editar con él. La Strada, hace unos años, ganó un premio en Panamá y fue editado para Centro América, cuando me llegaron unos ejemplares, vi que había errores de diagramación que me molestaban. Obviamente una vez que venció el contrato lo publiqué aquí en Buenos Aires y le pedí ilustraciones a Alesia Gervasi.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy terminando un tríptico (suena algo pretencioso) de tres novelas cortas que tienen en común pueblos casi olvidados. Dos de ellas están listas (El Cristo Roto y Nunca se sabe que trae la niebla) la tercera está casi terminada y por ahora se llama Cuatro versos. Y al mismo tiempo estoy armando un libro de cuentos que tienen como tema profesiones desparecidas o que nunca existieron.

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domingo, 9 de octubre de 2016

Marcelo di Marco: “El escritor debe tener su caja de herramientas apta para aplicar la técnica que el relato en progreso necesite”





El escritor Marcelo di Marco recientemente publicó el libro de cuentos La mayor astucia del demonio con la Editorial Zona Borde y el libro de poemas Cármina Marina con Elaleph.com. El destacado tallerista estuvo hablando con Entre Vidas acerca de ambas publicaciones y además, adelantó que está trabajando en el guión cinematográfico de su libro Victoria entre las sombras.





¿Tenés algún ritual en el momento previo a ponerte a escribir?
Debo contestar a esta pregunta marcando NO en el casillero. Y no lo lamento: si me llego a demorar en alguna práctica propiciatoria de la escritura, posiblemente ese día termine sin que yo haya escrito ni una sola línea. Una cosa lleva a la otra, y hoy el mundo está lleno de cosas maravillosas que pueden di-vertirte. “Divertir” significa, etimológicamente, dar un giro opuesto. En criollo: darle la espalda al cuento, al poema o a la novela que uno tiene entre manos. Para rituales energizantes, ahí tenemos el santo sacrificio de la misa.

¿Con qué frecuencia escribís?
Entre 1983, año de la publicación de mi primer libro, y 2016, saqué catorce títulos. Catorce libros en treinta y tres años dan como promedio un libro parido cada dos años y pico. Es un buen ritmo, que a quien me conoce de lejos puede darle idea de cierta regularidad en la escritura. Pero es una ilusión, porque en realidad yo escribo solamente cuando lo necesito. Y hay momentos en mi vida en que tengo poca necesidad de hacerlo, y otros en que no puedo parar de escribir. Como ahora, por ejemplo: desde la última semana de julio a hoy, fines de septiembre, escribí, reformulé y bosquejé más de quince cuentos —que incluso a gente de mi entorno les gustan más que los de La mayor astucia del demonio—. Y pensar que tardé catorce años en terminar las cuarenta mil palabras de Victoria entre las sombras. Ni yo mismo lo puedo creer. ¿Razones de tanta productividad? Creo que es muy estimulante contar con una editora como Laura Massolo, quien realmente se preocupa por mi literatura como si no tuviese que encargarse también de mis compañeros de catálogo en Zona Borde. No sé mañana, pero hoy estoy disfrutando un momento en que no puedo parar de escribir.

¿Por qué tu nuevo libro se llama La mayor astucia del demonio?
Hay razones teológicas y estéticas. Es el sujeto de la famosa frase de Charles Baudelaire. Incluso aparece en la película Los sospechosos de siempre (Bryan Singer, 1995): “La mayor astucia del demonio es hacernos creer que no existe”. Y convengamos en que Baudelaire, más de un siglo atrás, se la veía venir: posiblemente, si le preguntás hoy a cualquier cura modernista si cree verdaderamente en el demonio, te advertirá que ya no estamos en la Edad Media; o bien te disparará alguna imprudencia al estilo del angustiado padre Karras de El exorcista. Pero el demonio existe, y vaya si existe: comprobamos su existencia cada vez que hojeamos el diario, o prendemos la tele, o asomamos la nariz en alguna red social. Desde el vamos, con ese título quise sugerirle al lector qué clase de historias encontrará al abrir mi libro. Porque muchas veces también podemos comprobar la existencia del demonio y sus astucias al mirarnos detenidamente en el espejo, y es por eso que los curas sabios te recomiendan confesarte a menudo. En cuanto a lo estético, entiendo que un título como La mayor astucia del demonio es bien contundente y vendedor: curiosamente, aunque el lector medio no crea en el demonio, no puede olvidar esa frase, después de todo el tiempo que lleva escrita —y verificada, podría agregar.

¿Cómo fue el proceso de selección de los dieciséis cuentos que forman parte del libro?
Estos cuentos fueron escritos y actualizados a lo largo de más de unos veinte años. Algunos de ellos, por diferencias de tono con el conjunto general, no pudieron integrar LMADD. Pero sí logré recientemente que entraran con toda comodidad en Nunca la soledad fue tan oscura, el libro de relatos en el que ahora estoy trabajando. Es distinto a LMADD: lo recorre un oscuro flujo de humor negro no apto para todos los estómagos.

¿Cuál fue la imagen disparadora del relato En la alegría de la liberación en la que un hombre prefiere que se lo lleven preso antes que seguir viviendo con su mujer?
¿Cómo supiste que hubo una imagen que disparó semejante cuento? La hubo, sí, y fue muy nítida: una vez me imaginé abriendo la heladera y tirando por el balcón una botella de cerveza. Bien helada, eso sí.

En el relato La presa la protagonista es una mujer vampiro, ¿cómo nace la historia?
No lo recuerdo, porque ese cuento lo escribí hace muchísimos años. Lo que sí puedo asegurar es que me rondaba la imagen de una pareja circunstancial en la que el hombre, junto a la mujer, se sentía cada vez más y más lánguido. Lindo hueso para que un psicoanalista se lleve a la cucha, ¿no? Y, si es mujer y feminista…, ¡néctar y ambrosía para la mesa 5! Los lacanianos se desviven por estas pelotudeces, a las que no les presta atención un latino con sus necesidades sexuales satisfechas.

En el libro pasás por diferentes géneros como el terror, la ciencia ficción, el horror, el suspenso. ¿Con cuál te sentís más cómodo?
En todos menos en la ficción científica, pues la leo poco, y a todos los demás los leo y releo constantemente. Igual cualquier cuento, al escribirlo, va proponiéndote una identificación, una filiación. Quiero decir que el escritor debe tener su caja de herramientas apta para aplicar la técnica que el relato en progreso necesite. Por lo que dice la gente, en el cuento Una misión hay un suspenso impresionante. Pero, si recordamos la definición que del cuento da Anderson Imbert, sobre todo aquello de que las tensiones y distensiones de la trama están graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, podemos concluir que todo cuento es “de suspenso”. Dicho de paso, convendría enterar a la gente de que el suspenso no es tanto un género sino un recurso narrativo.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar con la Editorial Zona Borde?
¿Viste que hay un montón de autores consagrados que se están mudando de editoriales multinacionales a sellos independientes? LMADD viene cosechando todos los elogios y ganando buena platita, y sin embargo en su momento fue rechazado por el actual Ministro de Cultura. Una pena para ellos, porque podrían haber hecho una monedita con un libro enrolado en un género que hoy está en boga como nunca. Hay cosas que uno no se explica, sobre todo teniendo en cuenta las ventas de las varias ediciones de Taller de corte & corrección y mis otros libros sobre escritura. Después de nuevos rechazos (dos novelas y un quinto libro sobre escritura), me consideré en libertad de acción, y más rápido que ligero me contacté con Laura Massolo y Juan José Burzi, de Zona Borde, quienes me trataron maravillosamente. Laura estaba —y está— encantada de contar con un libro mío en su catálogo. Porque ama la literatura. Y, aunque el sello va creciendo más y más, ella jamás se convertirá en una mera y gris auxiliar de contaduría: es una artista excepcional, ajena al concepto de “sueldo” que rige en el mundo editorial. No debemos olvidar que el editor que trabaja al servicio de una multinacional es ante todo un empleado que rota constantemente, como el gerentito que en el fondo siempre quiso ser. Si tu libro es bueno o no, le importa un carajo a la vela, y debemos reconocerle su sinceridad: no tiene ningún empacho en comportarse coherentemente con su displicencia.

¿Cuál es tu relato preferido del libro y cuál es el que más destacan tus lectores?
En cuanto a mí, realmente no sabría decirte; a veces pienso que el mejor es Fin de curso, y en otros momentos me inclino por Una misión, o bien Élida volvió para quedarse, o bien Amante esposo. Y casualmente hoy mismo propuse un ranking en el Facebook del Taller de Corte & Corrección. Resultado: muy pocos acordaron con su yo lector para afirmar cuál es el mejor cuento del libro. La mayoría tiró dos o tres títulos. Creo que es una buena señal.

Junto con la aparición de La mayor astucia del demonio publicaste el poemario Cármina marina, ¿con qué se va a encontrar el que lea las poesías que aparecen en el libro?
Con un ferviente y amoroso homenaje a la mujer de mi vida: Nomi Pendzik, esposa, amiga y camarada. Hablar de ese libro y su génesis llevaría una nueva entrevista.

¿Cómo fue la experiencia de participar en la Feria del Libro en Villa Mercedes?
Al igual que en las tres ediciones anteriores de la Feria, me sentí como en casa, rodeado de afectuosos lectores y amigos. Nombro a escritores locales, como Nacho Pizzariello, Gerardo Van Junker, Darío Oliva y Sebastián De Zaldúa Leveque. Y tanta familiaridad se la debo a la creadora de esta Feria de calidad internacional: Silvana Merlo, asimismo gran poeta y gran persona. San Luis es un país aparte. Tan aparte que el propio Intendente, mi admirado Raúl Merlo, puede caminar por las calles de la Villa sin que nadie tenga que custodiarlo o protegerlo de algún cascotazo o manifestación hostil. Esto se parece a mi ideal joseantoniano de una democracia orgánica, alejada de este engendro partidocrático que padecemos en el resto del país de La Cámpora y de la Pobreza Cero. A diferencia de lo que tuve que sufrir en provincias como Neuquén o Tucumán, en San Luis no he visto ni por asomo a alguien que se parezca a esos parásitos nenes de mamá que se hacen llamar “militantes de izquierda”. Qué lindo.

¿Qué posibilidades hay de ver una historia tuya en teatro o en cine?
Muchas en cine, pero por ahora me reservo la información.

¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
¿Te gustaría ver en la pantalla grande mi novela Victoria entre las sombras? Pues estoy trabajando en el guión con Nicolás Amelio-Ortiz. En lo literario, ya conté que desde hace dos meses —que pasaron como un ventarrón— vengo sacando cuentos de la galera, al cual más perturbador y siniestro.

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