domingo, 25 de septiembre de 2011

Leonardo Oyola: “Lisa y llanamente es mi novela más autobiográfica”



¿Qué pasaría si un superhéroe hubiese nacido en una localidad del conurbano bonaerense? Esa historia con toques de ciencia ficción es la que se le ocurrió al joven y talentoso escritor Leonardo Oyola. Su nueva novela “Kryptonita” se sitúa íntegramente en el Hospital Paroissien dónde una banda de delincuentes lleva a su líder Pinino, alias Nafta Súper, con una herida de arma blanca. El narrador de la historia es un nochero que está de guardia en el establecimiento, un doctor que al poco tiempo se descubre que el jefe de los delincuentes no era un hombre común. El jueves 29 de septiembre a las 19.30 horas, Oyola presentará en Mar del Plata su novela “Kryptonita” en la librería Polo Norte, ubicada en San Luis 1745. Antes, el escritor habló con “Entre vidas” para analizar ésta publicación que seguramente dará que hablar.



Siempre escribís historias del mundo marginal, del conurbano, de personajes muy desgarradores, ¿se debe a algo en particular?
Mientras yo vivía en el conurbano mis dos primeros libros son policiales de época y otros mundos y cuando salí de allá y tomé la distancia necesaria empezó a aparecer todo lo que era moneda diaria. Lo empecé a ver con la óptica de una persona que salió de ese lugar. Me parece que si estuviera viviendo todavía en el oeste sería medio masoquista al estar escribiendo sobre algo que es tan ordinario. Quizás me hubiese hecho más escritor de ciencia ficción, hubiera buscado otro género de manera inconciente porque también creo que hay muchas cosas que te salen de forma inconciente mientras escribís y trato de ironizar o hacer más respirable el vivir en el oeste. Y eso pasaba con “Siete y el Tigre Harapiento” y sobre todo “Hacé que la noche venga” pero con “Chamamé” que justo es un ajuste de cuentas entre dos piratas del asfalto, es una novela en fuga literalmente, la empecé con un pie viviendo allá y la terminé de una amiga escritora en Flores. Y a partir de ahí escribí todo el resto en Capital. Al haber tomado esa distancia física y estar viviendo en otro lado, que no quita que acá no pasen las mismas cosas, hay otra idiosincrasia de vida. Vos vivís en un edificio y podemos conocer al portero y a lo sumo a un vecino y nada más. En el conurbano te bajás del colectivo en la ruta, caminás seis cuadras hasta tu casa y conocés qué pasa en esas seis cuadras. Respecto a tu pregunta creo que aparece porque es lo que piden las historias que voy queriendo contar.

¿En qué momento aparece tu predilección por el género fantástico?
Aparece porque cuando empecé leía mucho ese género, entonces en eso soy bien de manual y me enorgullezco. Colección Robin Hood, los libros de Minotauro, todo eso que era lo más barato o era lo que encontrabas en alguna biblioteca de las pocas que había allá. Te daban otros mundos, de repente me copaba con esas historietas. A mí me encantaba Alejandro Dumas porque en algún punto ese código de capa y espada servía para hacer una trasposición a los códigos en los barrios. No era tan real.

¿Cómo surge la idea de tu nueva novela “Kryptonita”?
Se empiezan a cruzar ciertas cosas y se empieza a germinar. A mí me habían comentado un concepto del mundo del comic que es el Elf World que es hacer una historia paralela o crear un nuevo mundo con un personaje que es conocido. Entonces le estás cambiando el escenario, le estás cambiando ciertos vínculos pero tenés los mismos actores, cómo laburarían esos personajes en el conurbano. Me habían comentado la historia de un comic del Superman rojo que el tipo en lugar de caer en Smalville caía en Moscú, justo en la época de la Guerra Fría, entonces la balanza se terminaba yendo hacia el lado de los rusos, ellos empezaban a ser una potencia. Ahí pensé en qué pasaría si Superman en lugar de caer allá hubiese caído en un baldío de La Matanza y cómo se modificaría todo ese mundo. Entonces lo que pareció divertido es no solo concentrarme en Superman sino en la Liga de la justicia, los otros personajes, Batman, Flash, Linterna verde. Así fue que surge la banda de “Nafta Súper”.  Después me dí cuenta que no quería contar a la historia de forma lineal, no quería hacer como las películas. No sabía a quién usar de narrador, estuve pensando unas cuántas cosas, pensé en varios narradores, al principio pensaba que podía ser un periodista y después lamentablemente ante una pérdida cercana fui al Hospital Paroissien. Hace mucho tiempo que no iba, estaba mucho peor de lo que me acordaba y empecé a pensar que la novela podía transcurrir ahí. Por eso tenía ese tono más gris en mi cabeza que es la parte del comienzo y después me decidí por usar a un médico como narrador. Entrevisté a un par de médicos, lo que más me gustaba era el registro de después de hora, la guardia y la trasnoche. Ellos me contaron el curro de los nocheros, los coctels que a veces preparan para mantenerse despiertos y ahí pensé que ese era el punto de vista que quería. Entonces ahí empezás a pensar si es de verdad que el tipo tira rayos por los ojos o lo está imaginando, es de verdad que ve al diablo de piel amarilla o lo está imaginando. Ya de por si con el personal habitual el hospital está desbordado, con todos los chanchullos que hay siempre están al borde del colapso. Igualmente tampoco era la intención hacer algo de denuncia. Yo creo que está arraigado todo lo que pasa en un trabajo estatal, la gente que trabaja de ñoqui, la gente que trabaja por inercia y la gente que tiene un cierto ímpetu por querer modificar la situación. En Kryptonita, antes de superhéroes son supervivientes. Ante la amenaza los de la banda se pueden bancar que él no vuelva más pero a su vez, en el fondo todos sabían que se quería ir. Andate que te la van pegar pero lo miran como diciendo, dale, si es lo que querías.



En un momento de la novela hablás con precisión acerca de la barra del club Almirante Brown, ¿tuviste alguna relación con la hinchada?
Nunca fuí de la barra brava ni nada por el estilo. Sí, soy hincha de Almirante Brown, es el club de mi barrio. Justo en el sucedo que cuenta “Kryptonita” cuando el club estaba por ascender y por una pelea entre la hinchada al club le descuentan muchos puntos y la verdad que con eso me enojé muchísimo. 

¿Manejabas alguna alternativa de nombre para la novela?
No, sacando el primer libro de Negro absoluto que se llama “Santeria” que en un principio lo quería llamar de otra manera, el resto siempre tuve un solo nombre inicial. El tema es que yo me empecé a tatuar los títulos de las novelas y me dolía cada vez más y a parte salían cada vez más caros. Entonces Juan Sasturain me dijo que tenía que empezar a ponerle una palabra sola a los títulos de mis libros. Y respecto a “Kryptonita” se me ocurrió de entrada ese nombre. Yo sabía que el tipo no iba a volar, pensaba que al quedarse en el barrio no iba a desarrollar todos los poderes que en algún punto era lo que le pasaba a Superman cuando estaba en Smallville. Y lo que yo pensé es que al quedarse en el conurbano eso lo termina matando en algún punto.

¿Se puede plantear un paralelo con vos en lo que estás contando?
Sí, lisa y llanamente es mi novela más autobiográfica, de eso me tengo que hacer cargo. Lo otro que creo, por una cuestión que soy un escritor emergente, obviamente si yo viviera allá sería todo mucho más cuesta arriba. Desde tener que venir desde allá a un ciclo de lectura, como te mira la persona de al lado. Mi papá me tuvo que ver al lado de Sasturain para pensar que al estar con una persona que había estado en la televisión algo estaba haciendo bien pero lo entiendo a él porque es un tipo que madruga para trabajar, tiene que fichar y tiene un sueldo fijo. Yo no cobro un sueldo fijo pero la verdad que soy feliz así. Si estás allá es muy difícil porque estás hablando con gente que tiene otra realidad. Siempre partí de cosas autobiográficas para generar ficción, después ahí vas generando la mentira pero tiene una parte de verdad, un disparador. En éste caso está muy expuesta la cuestión de gustos y de vivencias.

¿Por qué no hay tantas novelas nacionales que sean del género fantástico?
Creo que todo responde a ciertos mecanismos internos en cuanto a editoriales y a ciclos. Vos vas a España y tenés librerías que se dedican sólo a vender policiales, librerías que venden sólo del género de terror. Está bien segmentado. Me parece que actualmente está en franca retirada la literatura del “Yo” pero que ha tenido su auge, dónde estaba lo autobiográfico en primera persona, todo era más tirando a diario íntimo y la ficción dura se dejaba de lado. Acá hay mucha gente que escribe ciencia ficción, el día que a una persona le vaya muy bien con ese género le va a abrir la puerta a otros escritores que la están remando.

¿De los últimos libros que leíste cuáles recomendarías?
Recomiendo mucho “El guacho Martín Fierro” de Oscar Fariña, le tenían fe cuando me contaban como venía la mano del proyecto, la reescritura pero no se queda en algo lúdico, es realmente algo extraordinario y nuevo y es increíble la música que se logra entre lo actual con lo gauchesco. “El guacho Martín Fierro” es un pibe chorro. Había momentos en los que me sorprendía leyendo el libro en voz alta, por esa música que logra Fariña, una fiesta. Y después recomiendo otra novela que me parece notable que es “Las garras del niño inútil”, no es un libro para leer un domingo porque es una historia muy dura. Esos son los dos hallazgos que tuve recientes.

Por último, ¿por qué pensás que los lectores tendrían que leer “Kryptonita”?
Porque yo tengo mucha hambre y trato de dejar todo lo que pueda en la cancha, de ahí a que juegue como el Barcelona o como el Atlético es otra historia. No sé si tengo virtuosismo pero le puse muchas ganas. Yo quiero que la lean mucho. Mis otros libros ya hicieron la colimba, ya son mayores, ya se defienden solos. A “Kryptonita” lo estoy laburando, siento que todavía es chiquito pero quiero que le vaya muy bien y que llegue a otros mundos.

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